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LA FELIZ LIBERACIÓN DE LA GLORIETA

MERCED a la copia de si misma, la fuente de la Alcachofa ha vuelto al lugar de su emplazamiento originario ... para cumplido adorno de la ciudad, en el más culto de sus enclaves, y fe duradera de la copla popular, que así decía: "Calle de Atocha, calle de Atocha, / antes que yo te olvide, / calle de Atocha, / se secará la fuente / de la Alcachofa."

De Cibeles a Atocha el paseo del Prado fue concebido, a tenor del plan de Carlos 111 y las trazas del arquitecto Hermosilla, en forma de "hipódromo" con dos brazos longitudinales cerrados por dos semicírculos en sus extremos. Dos fuentes (la de Cibeles y la de la Alcachofa) acertaban a definir esas dos parcelas semicirculares, y otras dos (la de Apolo y la de Neptuno) se alzaban a lo largo de la doble calle o "pista de ida y vuelta". La reposición, así las cosas, de la fuente de la Alcachofa en su lugar de origen devuelve al paraje su verdadero sentido histórico, urbanístico y cultural.

Dije antes que en la glorieta de Atocha (o del Emperador Carlos V, según más reciente denominación) se nos ofrece la antesala del enclave más culto de Madrid. Y para entenderlo basta con atender al proyecto global de Carlos 111 ("el mejor alcalde de la Villa y Corte"), llevado a cabo por arquitectos de la talla de Sabatini Vilanueva Ventura Rodríguez ye1 ya citado Hermosilla: un paraje simultánea y ejemplarmente abierto al dictado de la "razón" y a la efusión de la "naturaleza"; a la contemplación ciudadana y al quehacer científico. De lo uno son prueba suficiente el antiguo Museo de Ciencias (hoy del Prado), el Jardín Botánico y el Observatorio Astronómico (en los que se adivina el particular talento de Juan de Villanueva), ciñéndose lo otro a la sucesión, sin más, de las fuentes sobredichas, asentadas en la verde pradera; fuentes ideadas por Ventura Rodríguez y ejecutadas por escultores tales como Pascual de Mena, Francisco Gutiérrez, Roberto Michel, Alonso de Bergaz, Manuel Alvarez...

Conscientes del carácter "culto", "ilustrado", del salón o paseo del Prado (que va y viene, digo, en forma de "hipódromo", de Cibeles a Atocha y viceversa), los hombres del XIX decidieron proseguir la labor en inmuebles tan significativos como el Museo Nacional de Etnología (obra de Francisco de Cubas). el Ministerio de Agricultura (obediente a las trazas de Ricardo Velázquez Bosco y adornado con cerámicas de Zuloaga y esculturas de Querol) y la estación ferroviaria de Mediodía (el más ambicioso proyecto de Alberto del Palacio). Fieles a su propio estilo y sumamente adecuados al significado de los del siglo anterior (entre los que sobresale, harto visiblemente, el viejo hospital de Atocha, hoy Centro Reina Sofía, debido al ingenio de Sabatini), todos estos edificios dccimonónicos venían a acentuar, a las puertas ya de nuestro siglo, el carácter -insisto= "ilustrado", "culto", de la antesala madrileña por antonomasia, de par en par abierta al paseo del Prado.

Con toda intención vengo hablando en pasado; que en tiempo tal se hubiera anclado el suceso, y también el discurso, de no haberse desmontado el ignominioso paso elevado de Atocha (sintomática mente llamado por el pueblo llano, y para mejor escarnio, el "scalextric"). Ninguna obra fue proyectada, me creo, con desacierto mayor (¡y ce bulto los ha habido en Madrid de cuarenta años a esta parte!) que el mastodonte de hormigón y hierre torpemente asentado en el corazón de la glorieta del Emperador Carlos V y sobre el surtidor mismo de la fuente que fue de la Alcachofa. No parecía sino alzado cor la demoníaca intención de impedir la contemplación de la ciudad en su propia y más genuino preámbulo. ¡Una mole tan pesada y enojosa como un sueño inquietante o contumaz pesadilla!

Se deshace aquí el sueño -dicho con palabras de Borges- "como el agua en el agua". El “scalextric" se ha esfumado con todas sus toneladas y el vestíbulo urbano vuelve a abrirse y abrirse... a la contemplación sin traba o cortapisa. En cuestiones de urbanismo resulta, a veces, más provechoso el quitar que el poner. No estaría mal, en tal sentido, la creación de un premio específicamente destinado a significar la "obra mejor quitada" en el concierto (y para bien) de la ciudad. Si así fuera, nuestro Ayuntamiento lo habría ganado, por obra y gracia de la remodelación del paraje aquí descrito, con todo merecimiento y honor. La obra más atinadamente emprendida (¿de la guerra civil para acá?) en Madrid es, sin duda alguna, la "liberación' de la glorieta del Emperador Carlos V y la reposición, aunque sea en forma de copia, de la fuente a ella originariamente destinada.

Puede el ojo asomarse de nuevo a la contemplación de la ciudad, en el más aleccionador de sus enclaves, y le es dado, otra vez, a la memoria verificar la copla de antaño: "Antes que yo te olvide,/ calle de Atocha, / se secará la fuente,/ de la Alcachofa."

VILLA DE MADRID - 01/04/1987

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