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EUROPEOS O CANGUROS



La entrada de España en la Comunidad Europea deja en el aire el eco de unas cuantas preguntas difíciles de responder si no es por vía, como luego se verá, de contradicción o paradoja. ¿Dónde nos hallábamos antes de la protocolaria firma de Lisboa y Madrid? La mayor proximidad a Europa se producía, hasta fecha tan cacareada, en contacto privilegiado con Gibraltar. ¿Hemos de modificar, a partir de ahora, el rumbo de nuestra andanza, por mas que la flecha de la brújula siga apuntando al Norte y definiendo con absoluta precisión los otros tres puntos llamados cardinales? ¿Entrañábamos, por nuestra peculiar idiosincrasia, lo que se dice un “punto filipino”? ¿Eramos, en última instancia, Oriente u Occidente?

Pertenecer a Occidente y defender a ultranza los «valores» que de título tal (por vía, al parecer, de invencible determinismo) vienen a derivarse era timbre de gloria y reclamo inexcusable de un perpetuo estado de vigilancia. Si todo francés, camino de la guerra, llevaba en su mochila un bastón de mariscal, cualquier ciudadano colindante (sajón, frisón, bretón o valón...) dejaba leer en el pasaporte la profesión primordial de “centinela de Occidente”. Tantos centinelas ha habido de este corte y confección que alguno por fuerza tiene que estar repetido. Hasta la televisión llegó a probar que no son tantas las diferencias, caso de que alguien se sienta capaz de discernir cuantos nipones hay actualmente en Europa por kilómetro cuadrado.

Han jugado algunos europeos durante años (la acendrada cultura suele concluir en ocio manifiesto) a disputarse el titulo de “occidentales” como signo de no sabemos que extraña nobleza y pertenencia a unos límites cada vez mas restringidos. El poeta Herrera Petere nos cuenta cómo el conde ingles Hugo de Charlottesville nunca quiso comprender “nada” fuera de su tierra natal. ¿Quedaba Occidente reducido a las lindes de la finca del señor conde? ¿Se extendía, cuando más, al resto del Reino Unido? ¿Cabe Imaginar otro país, huerto o parcela de semejante ascendencia occidental?

Más occidentales que Carracuca

Naturalmente que si; España, por ejemplo, En buena o mala hora se nos puede negar a los españoles participación o simple presencia en el acontecer europeo de los últimos años (por más que el recalcitrante director del diario ése que se independiza de la mañana pretenda urdir una historia -¡ahí es nada!- de cinco siglos) o voz y voto y hasta oreja en sus órganos de gobierno, pero no “occidentalidad”, que en ello aventajamos al más celoso, sea conde inglés con castillo o hispánico director de "El País" entero. “Ocurre que España se encuentra todavía más a Occidente que Inglaterra con su Landsend (en Galicia llamado finisterre, más occidental que toda Irlanda; véase el mapa)”.

Sigan el consejo del poeta y contemplen el mapa los que han lanzado las campanas al vuelo por el glorioso ingreso de España en Occidente y quienes también han tratado de desmentirlo por mala obra y desgracia de una bomba y unos cuantos pistoletazos. Con ridículas salvas de honor, o con sangrientos disparos de fuego real, España sigue, y seguirá, en el lugar mismo que le deparó la conformación del orbe. Bien parece que, llegada la Navidad, vengan de Oriente a estas tierras los Reyes Magos. ¿Cómo, sin embargo, podrían acercarse de Occidente al propio Occidente (a la parte, insisto, mas occidental de Occidente mismo) unos señores llamados plenipotenciarios y por mucho que en verdad lo sean?

No; no daré yo en discutir un mejor avenimiento o mas franca convivencia de España con el resto de Europa. Siendo la geografía y la cronología —al decir de Francis Bacon—los dos ojos de la historia, no estaría bien que España sufriera achaque de miopía, catarata o daltonismo. Comulgue el tiempo con el lugar, y mas aún si éste lo reclama como suyo y muy suyo. Mis palabras se dirigen en exclusiva, y en derechura, a quienes (director del "Independiente matutino" a la cabeza) han mostrado en público, y para sonrojo de privados, su carnet de pueblerinos y horteras, Y todo por no haber fijado los ojos (¿víctima de miopía o catarata?) en la faz del mapa europeo.

Dalí, en el clavo

Sólo una voz, me creo, ha estado a la altura (excediéndola incluso) de las circunstancias: la voz de Salvador Dalí. En reciente conversación con él mantenida me aseguraba el incorregible genio de Figueras: «Fueron los Pirineos, desde España, los que sujetaron a Europa para que no fuera a parar a Australia. En una conferencia que pronuncié yo en la Academia Francesa se lo dije claramente a los propios franceses: si no hubiese sido por España, ustedes estarían ahora viviendo con los canguros. El único, ¡el único!, que ha entendido el mito del rapto de Europa ha sido Dalí. El toro, que es España, no raptó a Europa; la retuvo con todo su brío, con toda su bravura, y la mantiene donde está. Europa le debe todo su ser a España.» Como es sabido, el pintor habla de sí mismo con tratamiento objetivo. Medite el lector amigo y decida el lector si le interesa ser europeo de origen o canguro de adopción.

EL COCODRILO - 27/06/1985

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