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CAGITANA DE ALBA

Comparaba Ortega a la humanidad con una mujer que se enamora de un artista porque es artista y luego riñe con él porque vive como un jefe de negociado. Don José Ortega y Gasset a cuento el símil a propósito de Mirabeau y de las reticencias de algunos personajes de su tiempo y patria a la hora de rendirle aquellas pompas fúnebres reservadas solo a los varones venerables.

¿Merecía Mirabeau tratamiento de venerable? Mas bien el de protagonista singular, en posesión de una clarividencia prodigiosa para los asuntos públicos y toda suerte de veleidades y licencias (escándalo incluido) en lo tocante a su vida privada. Mirabeu era Mirabeau en toda su amplia consecuencia. Exigirle la conducta del común equivale a esperar que un ave de altanería se comporte como una gallina de corral, alicorta y picoteadora.

Salve el lector cuantas diferencias se le antojen y ponga ante sus ojos la estampa del “gitano de bronce y sueño” o “de dura crin”..., con la parentela toda de los Camborios o de los Heredias. En verdad que el elogio de la “raza calé”, constituye en España todo un genero manifestativo y toda una definición de “lo nuestro” allende las fronteras. Exaltamos de mil amores el donaire y rumbo de los gitanos, por lo que llenen de inimitables e irreductibles, y luego queremos que se conduzcan como alumnos pilaristas. Pregonamos a los gitanos como categoría pública y luego les negamos peculiaridad privada. Entronizamos a los legendarios “faraones” y hurtamos a sus retoños un puesto escolar, por ejemplo, en Vicalvaro.

Si hubiera negros en España apunta el uno—, no se que pasaría. Ya ve usted lo que pasa con los gitanos, arguye el otro, y un tercero viene sentenciosamente a concluir: “En todas partes se cuecen habas..” Y habas son las de por aquí, no ya contadas, sino cantadas a voz en grito como expresión genuina, repito, de lo nuestro". Cátedras hay de cante para exaltación, preservación y pureza de "lo propio" en tanto, y a la par, se discute, se mendiga o se niega el pupitre a los churumbeles en la escuela de la barriada Pretendemos, en fin, que descuelle y nos distinga universalmente la gracia caló (con la voluntad perdida una noche de luna y muestren luego sus mal legítimos portadores la prudencia y eficiencia del covachuelista manguitero.

¿Habrá de conducirse el gitano como tal en el "tablao" y como payo en la escuela?; (Podría el payo añadir una pizca de gitanería a sus presuntos, modales cívicos? ¿Se vislumbra alguna mediación en el conflicto?; Si, la que la duquesa de Alba hiciera pública (días antes que a su marido le nombrasen académico) en un diario madrileño: “A mí no me importaría que mis hijos compartieran la escuela con chicos de raza gitana. Y si una hija mía llegara a casarse, por ejemplo, con un nieto de Pastora Imperio, pues a mucha honra," Es lastima que los hijos de la noble no se hallen ya en edad escolar y a la espera quedamos de que su única hija casadera tenga a bien tundir su sangre aristocrática con la de quienes la "llevan de reyes en la palmita del camino".

Firme en su empeño, Cayetana decide incluirse en el censo de la gitanería, a favor, sin duda, de su buena estrella: "Yo sigo creyendo en la buena y la mala suerte. En eso soy muy gitana." Pregunte, solicita duquesa, si las gitanas del suburbio piensan lo mismo o suenan siquiera en volver por pasiva la oración. No, no hay, para la duquesa, motivo aparente de discriminación, por más que los hechos prueben lo contrario. Queda, en fin, descartado que Cayetana se haya dado algún paseo por los alrededores pareciendo muy privilegiados los calés que se ha echado a los ojos: "Yo puedo decir que todos los gitanos que he conocido son extraordinariamente limpios.

Ahí, justamente ahí, reside la clave del enigma. ¿Qué clase de gitanos ha conocido Cayetana?

“Yo he convivido —declara complacida y complaciente— con muchas personas de raza gitana. Son gente inteligente, sensible, entro ellos hay grandes artistas, toreros, hasta algún poeta. A los dieciséis años me enseñó a bailar una mujer gitana: Pastora Imperio. Soy amiga personal de La Chunga y de la familia Gallo, y en Sevilla soy camarera de la Cofradía de la Virgen de los Gitanos." Privilegio por privilegio, y no es manco el haber tenido por maestra a toda una faraona, cante, baile y torería..., nos descubren la pista, de labios de la charanguera aristócrata, para la mejor solución del problema gitano.

Convicta y confesa de si, desatada de si, en pleno frenesí de si misma, asegura la duquesa sentirse plenamente realizada. No recuerda un sueño de juventud que no se haya hecho realidad. No se cambiarla por esa gran bailaora que, según Pastora Imperio, hubiera podido ser. No se cambiaría —concluye, invocando el pasado— por la maja vestida ni por la desnuda." ¿Queda así conciliado el que los calés se manifiesten como tales y se conduzcan como payos? Basta, para el resto, invitar a unos gitanillos a merendar, una tarde cualquiera, en el palacio de Liria, con todo el aparato de la radiodifusión, el descocado protagonismo de Encarna Sánchez... e incluso brillante motivo poético para que el consorte entre con buen pie (que en cuestiones de suerte influye la gitanería) en la Real Academia de la Lengua, que también se hace camino al trepar.

EL COCODRILO - 07/02/1985

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