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SIN AGOBIOS BUROCRÁTICOS

Del agobio al cabreo hay sólo .un paso; el mismo que media entre la vejación diaria y la rebeldía súbita. Procede la voz «agobio» de la que en latín conforman la preposición «ad» (a, ante, a modo de) y el sustantivo «gibba» (giba, joroba, chepa), aplicándose en castellano al «encorvado» por dolencia propia u opresión ajena. «Agobiar», en sentido estricto, es tanto como «jorobar». En sentido amplio, y con alcance figurado, equivale a humillar, abatir, causar molestia o fatiga. ¿Y qué hace el agobiado cuando llega al limite de la vejación y de la paciencia? «Cabrearse», «encabronarse», «encabritarse», esto es, adoptar la actitud (firmes los pies, y las manos en alto) del caballo émulo de un cabrito en trance y lance de rebeldía.

¿Existe un limite legal para la paciencia cívica? ¿Cuándo y cómo se produce el paso del agobio al cabreo? ¿Con carácter estrictamente individual? ¿Con efecto extensivo y colectivo? La solución a estos cuatro interrogantes supondría todo un estudio sociopolítico imposible de resumir o pergeñar en otros tantos renglones. No es difícil, sin embargo, sorprender en el ir y venir del ciudadano común un gesto oscilante (y creciente) entre los extremos sobredichos, que en su confluencia algo tienen o apuntan de llamada solidaria y grito revolucionario («¡agobiados y cabreados de todo el mundo, unios!») frente a las instituciones cada vez más insensibles, en nombre de un sonoro y supuesto orden social, a los hechos cotidianos.

«La única manera de conservar el orden social es adaptar las instituciones a los hechos.» Con este principio radical trataba André Maurois de combatir el eterno error de la política y los políticos: someter siempre los hechos a las instituciones y decir, cuando ello se hace del todo inviable, que es la realidad la que, a veces, falla. ¿Una institución capaz de atenerse en todo momento a los datos escuetos de la realidad? La recién I creada en Madrid, bajo título general y sintomático de «Coordinadora de Ciudadanos Agobiados y Cabreados». A | partir del doble hecho (el cabreo y el agobio) en que a coincidir vienen los más de los empadronados, la nueva asociación queda de par en par abierta, y sin más, al vecindario entero.

Para que a la institución pueda avenirse y atender en todo instante a los hechos, ha de verse libre de toda estructura o cortapisa formal. En punto tal coinciden plenamente los fundadores y los simples afiliados. El fin y sólo el fin (denunciar ante la autoridad municipal, y de viva voz, las causas diarias del cabreo y agobio ciudadanos) justifica el carácter espontáneo y ambulante de la naciente asociación, que (para garantizar el buen funcionamiento) carece de presidente, de junta directiva... y otros adornos o estorbos burocráticos. A pesar de que sus reivindicaciones no se plasman en escritos oficiales (o precisamente por ello), están convencidos los asociados de que sus quejas son oídas, incluso temidas, por el Gobierno municipal.

¿Objetivo fundamental de la asociación? Poner de manifiesto la insensibilidad de las instituciones democráticas hacia la degradación de la calidad de vida que sufren los ciudadanos de a pie. ¿Día y hora de la popular asamblea? El último lunes de cada mes, entre las 7,30 y las 8,30 de la tarde. ¿Lugar de la cita? La plaza de la Villa, frente al balcón mismo del señor alcalde. El ciudadano que sienta necesidad de expresar públicamente su queja y su enojo no tiene más que tomar el micrófono en sus manos, pasándolo luego a las de otros y otros vecinos cabreados y agobiados. ¡Lo que nunca imaginó Maurois, ni soñaron jamás griegos y romanos en el agora o en el foro, lo tiene el ciudadano madrileño al alcance de la voz y de la mano!

DIARIO 16 - 10/02/1987

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