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LA GRAN VÍA, ILUSTRADA Y COSMOPOLITA

¿Ofrece la Gran Vía una unidad estilística digna de mantenerse e incluso resaltarse en las obras de recuperación que el Ayuntamiento a punto está de emprender? Junto al vago indicio plateresco de que ya dio noticia en la anterior entrega, sus elementos ornamentales provienen del barroco y del «art nouveau». El estilo que caracteriza a los dos primeros tramos (de Alcalá a la Red de San Luís y de ésta a Callao) no es otro (si estilo puede llamarse) que el «ecléctico», primordialmente basado en las enseñanzas de la «secesión vienesa», en la fantasía de Antonio Palacios y en ciertas atenciones culturalistas de López Otero.

El tramo, en cambio, de Callao a la plaza de España responde a las premisas del «movimiento moderno». Se inicia en el edificio Carrión (popularmente llamado Capítol), adicto sin reservas al «expresionismo mendelsohniano» y a concluir viene, prácticamente, en el Coliseum, de trazas debidas a aquel risueño futurista que se llamó Fernández Shaw.

Al margen, sin embargo, de precedencias, remembranzas, ornamentos y estilos..., lo más distintivo le viene a la Gran Vía de su buen «aire cosmopolita», aquel «laicismo ilustrador en que se inspiraron los «planes de ensanche» de la época.

Frente a la disposición de los más de éstos (valga por todos el que en Barcelona trazó el ingeniero Cerda), la Gran Vía ostenta una clara singularidad o diferencia: se trata de una calle sin chaflanes, enmarcada, sin solución de continuidad, por «edificios cerrados» y «edificios vértice», confluyentes ambas modalidades en la finca número 27, obra ejemplar de Antonio Palacios. Aunque no integrado en ella (se alza en la convergencia de la calle de Alcalá con la de Caballero de Gracia), el «edificio vértice» que impone el modelo a toda la Gran Vía es la antigua sede de la Unión y el Fénix, debida a los franceses Jules y Raymond Fevrier y repelido, con tales cuales variantes, a lo largo del serpenteante trayecto hasta hallar su mejor réplica en el ya citado Capitol, obra de Feduchi y Cede.Todos los edificios de la Gran Vía son invariablemente verticales, con la excepción del llamado de Paris-Madrid, ocupado hoy por Sepu y alzado por Teodoro Anasagasti. Dada su proximidad al de la Telefónica (el más altivo de todos ellos, firmado por Cárdenas y Weeks) no parece sino que éste se hubiera desplomado, proyectando en su caída la opulenta horizontalidad de aquel. Cosmopolitismo progresista y laicismo ilustrado decidieron, en abierta pugna con los valores sacros de la tradición, la irregularidad del trayecto viario. Tres veces topó con la Iglesia la Gran Vía, y de este triple hoque nacieron las «tres rótulas», en que se articula.

La primera vino determinada por el templo barroco de San José, en el despegue inicial de la calle de Alcalá; la segunda se vio exigida, a la altura casi de la Red de San Luis, por la capilla de Caballero de Gracia... y la tercera quedó compuesta, a la altura de Callao, por la desaparecida iglesia de los jesuítas.Pretendía el proyecto original vincular lo más inmediatamente posible los extremos de la urbe, y pese a ser la línea recta la distancia más corta entre dos puntos, hubo de allanarse a la quebrada por obra y gracia de las tres rótulas que señalaban dichos tres templos.

Por su valor artístico era de razón conservar la iglesia barroca de San José, proyectada por Pedro de Ribera, y salvar la de Caballero de Gracia, obra de Juan de Villanueva, con su fachada posterior (la orientada a la Gran Vía) en perpetuo estado de o iras, de un largo tiempo a esta parte. La iglesia de los jesuitas, obstáculo eventual del tercer tramo, no había a la postre de salvarse de la quema (de conventos).En virtud de su peculiar trazado y alzado dijérase que Madrid limita con el «extranjero cosmopolita». Gran Vía (o «Tri-vía»)gloriosamente anómala en el corazón de la ciudad, sin que la diversidad de estilos contradiga la unidad de cremación, de escasa, de crecimiento, ni tampoco la continuidad de la respuesta a su propio hacerse.

¿Un dato más? Lo bien que queda en la ilustración de Alfredo (le sale ya inconscientemente) la estatua ecuestre Carlos III, a la altura de la Red de San Luis.





DIARIO 16 - 13/06/1988

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