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LA OBRA DE JULIO LÓPEZ HERNÁNDEZ





"Lo moderno ha existido siempre porque siempre ha habido personas en relación con la vida".

Francis Picabia

Julio López Hernández pertenece a la "estirpe de los López". No de aquellos que por los años sesenta confinaron su empleo a la tecnocracia y en mal hora nos trajeron el llamado ''desarrollo" (con sus respectivos y llorados "planes"). Otros son los López que integran la estirpe aquí sugerida; unidos por parentesco de sangre dos de ellos, y por razón de oficio un tercero en concordia. El escultor Julio López Hernández es, en electo, hermano del escultor Francisco López Hernández, viéndose ambos vinculados al pintor (y autor también de esculturas) Antonio López García .Tres primeros apellidos para la inusitada afirmación de un arte que, afincado en el suelo de la vida cotidiana, acertó a coexistir con los altos vuelos abstractos de una vanguardia en ciernes, allá por los cincuenta

Tal es, me creo, el dato primordial a la hora de esbozar la semblanza de nuestro Julio López Hernández y los suyos. ¿Orígenes? la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, apenas amanecida, como digo, la década de los cincuenta. La vanguardia ha vuelto a asomar por las aulas, tras la quiebra que la guerra civil le supuso. ¿El dilema? O aceptar los nuevos postulados o seguir erre que erre con el viejo oficio y ejercicio. Había, sin embargo, una tercera vía: no admitir el dilema. Y a ella se aferraron, clarividentes, nuestros tres López y otros u otras (Carmen Laffón. Amalia Avia...) artistas de parecido corte. No hay mejor vanguardia —se dijeron- que la adhesión al latido diario de la vida, y con él se quedaron en vida y de por vida.

Y no hubo divorcio entre lo nuevo de ahora y lo nuevo de siempre. La vanguardia abstracciomsta aceptó desde el primer momento el quehacer figurativo de Julio López Hernández y sus gentes, y io que allende las fronteras fue lucha sin cuartel vino dentro de ellas a significar concordia, consecuencia y acción conjunta entre artistas de dispar origen y edad pareja. Si los abstractos trazaban el telón de fondo de la realidad y la vida. Julio López Hernández y los oíros figurativos alumbraban personajes y circunstancias, reales y vitales, para una "función general" que se vio coronada por el éxito. Unos y otros hacían bueno el texto de Picabia. que encabeza estas líneas: "Lo moderno ha existido siempre, porque siempre ha habido personas en relación con la vida

Disculpe el lector la largueza de este preámbulo, que a mi se me hace inexcusable para acomodar en lugar, tiempo y sentido la semblanza, según dije, de Julio López Hernández Toda su modernidad, que es mucha, radica justamente en eso: en abrir la mirada y allanar la mano a la relación con la vida, sin otra mediación que la penetración del arte y la ley del oficio. Harto significativo resulta al respecto cotejar cómo jamás ha dejado Julio López Hernández de compartir lo uno y lo otro. Su capacidad libremente creadora corrió siempre feliz pareja con su titulo y labor de profesor de artes y oficios". Sus personajes (y los fragmentos de sus personajes) nos llegan a los ojos con el dato próximo de la familiaridad y la nota, más profunda, de su incardinación en la vida.

Julio López Hernández es un escultor de nuestro tiempo porque de nuestro tiempo son las imágenes que acotan su cómputo cronológico. Desde una consideración hondamente vital resulta empero ser escultor de todo tiempo, que, identificando tiempo con vida, sólo lo que a ésta pertenece llega a comulgar plenamente con aquél. Convenientemente entendido, lo "moderno" se justifica y concluye en su propia actualidad, o es documento o no es nada. El arte, por el contrario (si en verdad lo es), viene a confundirse con la vida sin principio ni fin. Julio López Hernández nos ha dejado muy legibles documentos de nuestra edad. Y esos documentos, transcurrida la edad, se convertirán en monumentos sin adjetivo; sin otra consistencia que la de su estatura en territorio de la vida.

Lo demás, que es lo más y mejor, se debe a la mano de nuestro hombre; a la mano y la pasión que la guía. El suceso de la vida diana (con el suma y sigue de personajes, circunstancias y anécdotas) se convierte, por obra y gracia de Julio López? Hernández en categoría generalizable al margen del tiempo y del lugar. El valor ayer documental de sus criaturas pasará a adquirir una dimensión, en el sentido ya apuntado, estrictamente monumental, El corazón de la barriada (tan patente en cada una de las escenas y personajes que alumbró nuestro buen artista) llegará a ser "concepto general" de esa general barriada que llamamosel mundo con sus gentes. Es Buonarroti quien lo dice: "No hay, para el buen artista, concepto alguno que un mármol solo no pueda circunscribir,"

CAUCE 2000 - 01/09/1983

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