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PROLOGO DEL CATALOGO DE P. PALAZUELO EN LA GALERIA MAEGTH

NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN A LA OBRA DE PABLO PALAZUELO.

Santiago Amón



“Y halla el hombre

que fondo y superficie

son la misma cosa”

Lao-Tse 640 a de J-C.



En su aspecto exterior (o aspecto propiamente dicho), la obra de Pablo Palazuelo no se aviene mal a conceptos tales como apertura, emplazamiento, comarca, encuentro, pertenencia recíproca... Y desde una angulación interna (germinal y vedada a la visión), induce a vincularla a las ideas de orden, vibración, estructura, tejido orgánico, posición relativa... Superficie y fondo de un mismo y único fluir, difícilmente podría lo uno entenderse a espaldas de lo otro. A efectos sólo de interpretación, van aquí a verse escindidos ambos mundos, confiándose el primero a ciertas acotaciones de Heidegger en torno a la interrelación arte-espacio y refrendándose el segundo en un reciente comentario de Luis Racionero Grau acerca del Taoismo. Para el resto, y en evitación de la cita sistemática, remítase el propio lector, si a bien lo tiene, a dichas dos referencias.

La visión primaría (el aspecto) de cualquiera de los grabados y dibujos que hoy expone Palazuelo nos habla de espacialidad, de apertura, o exige que nuestra mirada se centre, como consecuencia, en el blanco, germinado y germinante, del papel. Se me dirá que ello ocurre en otras muchas versiones individuales de dicha práctica. Cierto, pero con esta clara distinción: que lo que para los más es un problema de ocupación, para Palazuelo lo es de liberación, llegando algunos de sus últimos dibujos al extremo de dejar flotando las formas impresas sobre el blancor del papel que va y viene a manera de fluido y, a merced de ellas mismas, las soporta, las mueve, las conmueve, las libera, las penetra, las envuelve, las entraña... El acto puro de espaciaren el estricto sentido que, desde su misma raíz etimológica, ha acertado Heidegger a fijar en el vocablo.

El significado primero y más genuino del término espaciar {Raümen} alude, en lengua alemana. a la acción de roturar, de escardar, de dejar expedito el bosque. Espaciar comporta, pues, la atención unánime a lo libre, a lo diáfanamente abierto. Es la empresa que asumen quienes han llegado a un paraje ignorado y difícilmente penetrable; un paraje recién descubierto como lugar propicio para el vivir y el morar. La incipiente aventura de arrasar la maleza y talar los árboles, a fin de esclarecer la visión de lo oculto y verificar la promesa de una patria. Espaciar es despojar y despejar, desalojar de obstáculos un ámbito desconocido donde algo va a tener lugar, “donde un dios va a aparecer, o de donde los dioses acaban de huir, o donde visión de lo divino se tarda demasiado...". En la recta acepción de espaciar así las cosas, un doble significado: disponer para, y tener lugar algo.



En cuanto que expectativa de un acontecimiento uno y otro significado dicen, su vez. estrecha relación o implican consecuencia con los de admitir y congregar, subsumibles ambos, en el más adecuado alcance del verbo emplazar. Emplazamiento es despliegue de lo abierto, capaz de admitir cosas y capaz también de congregarlas a través de una pertenencia recíproca, residiendo cada una en su lugar y exigiendo una concordancia común a partir de su situación respectiva. A tenor de lo dicho, únicamente podrían ser objeto de emplazamiento genuino (el disponer para y tener lugar algo, el admitir y congregan aquellas cosas que, sin pérdida o quebranto de su entidad y posición, se pertenezcan unas a otras en un lugar, posibilitando, merced a su propia y reciproca vinculación, la condición misma de lugar: "En el pliegue de este emplazamiento tiene lugar lo que hace posible todo lugar".

Y ¿qué es el lugar? Difícil dar con su concepto si su especificidad ha de fijarse, justamente, tomando como principio el emplazamiento liberador. El lugar abre, ilumina, orienta una comarca por cuanto que reúne las cosas en recíproca pertenencia a esa comarca. El sentido primigenio de comarca (Gegnet) alude, en lengua germana, a la idea de encuentro; de donde el lugar vendría a ser la libre anchura, cuyo ámbito abierto hace posible la aparición de cada cosa, reposando en sí misma, Y su encuentro con otras a través de un recíproco pertenecerse. Llegada a este punto la cuestión, el riesgo de incurrir en círculo vicioso hace inevitable la pregunta: ¿son los lugares consecuencia exclusiva del emplazar, o es, más bien, éste el que recibe su don específico del encuentro de los lugares congregadores?

Si espaciar es emplazar, en el doble sentido antes apuntado, y sí el emplazamiento se torna realidad merced a la acción congregadora de los lugares, huelga advertir fue el espacio depende del lugar, o mejor, del juego interdependiente de los lugares. El lugar, así entendido, no se halla propiamente en el espacio (cual acontece en a concepción físico-técnica); es, muy al contrario, éste el que surge auténticamente creado por los lugares que lo congregan, convirtiéndolo en comarca. La interrelación arte-espacio ha de ser propuesta y meditada a partir de esta experiencia, dejando a uno de entrañar disputa con el otro hacia su posesión. La plástica no es sino una encarnación de lugares que, abriendo y preservando una comarca, proporcionan en recíproca pertenencia, algo libre, capaz de conferir una estancia a las cosas que están ahí, y una orientación al hombre que entre ellas habita.

La obra de Palazuelo, en general, dijérase ejemplo empírico en el que Heidegger a apoyado el hilo (el fino hilo) de su discurso. En vez, por un lado, de atender a la representación de un objeto, su quehacer se ha centrado, desde siempre, " a propuesta de un ámbito abierto en el que, tras larga expectativa (lleguen o huyan los dioses), tenga lugar un acontecimiento (con la dimensión temporal todo acontecer implica). La idea de emplazamiento entraña, a su vez, otra de las constantes de su morosa operación plástica, entendiendo siempre el acto de espaciar como liberación (no como ocupación) de una comarca que se define por la recíproca pertenencia de las formas (de las cosas) que la integran, hasta (punto de hacernos empíricamente comprobable cómo del juego concurrente de los lugares congregadores surge el espacio, creado por ellos mismos, y no a manera de mero soporte o previa condición locativa.

En algunos de los grabados y, sobre todo en los dibujos a lápiz que Palazuelo cuelga en esta exposición, la acción liberadora del emplazar y el espaciar logra, a juicio mío, el punto sazonado de una lúcida intención que se abre paso en 1973 (el gouache “Coro”, de dicho año, es buen ejemplo), prosigue con la serie Monroy y culmina en algunas de las muestras que hoy nos es dado admirar: las formas empiezan a hacerse claramente centrípetas, a abandonar los límites del enmarcado, de suerte que el espacio (la comarca} venga a ser sola y simple resultante. Sin extremos en que apoyarse, un puro e intrínseco acontecimiento flota sobre el blanco del papel y rige todas sus orientaciones, dejándose poseer, penetrar, mover y conmover por la desnuda espacialidad que él mismo ha creado a favor de la pertenencia mutua de todos los lugares que lo conforman y animan.

Un espacio a la redonda, germinado por los propios hitos del acontecimiento que alberga. definidor de un ámbito sin medida, y definido, al propio tiempo, por el esencial pertenecerse de los lugares que lo causan. Si Pablo Palazuelo despojó, y despejó, desde siempre, el bosque de las apariencias para esclarecer lo oculto del lugar, dijérase que ha terminado ahora por desalojar el denso paraje de sus anteriores creaciones hasta reducirlo a pura y escueta indicación y liberación espacial. Sin perdón ni alivio, ha renunciado a mucho de lo conocido, aunque propio, para adentrarse en la aventura de una nueva patria. Quien compare las compactas composiciones de otro tiempo, rebosantes de sustancia hasta sus cuatro fronteras, verá que ahora nadan, flotan y discurren en el espacio desnudo (el blanco del papel), generado por los lugares indicadores y orientadores de una nueva comarca.

Y junto al aspecto, fundado en el dato capital de la pertenencia, vayamos con la interna angulación de la obra de Palazuelo, en cuya estructura las ideas de igualdad y correspondencia (nada ajenas a aquélla) juegan un papel decisivo. No hay formas sin intenciones. Reducir el problema de la expresión plástica a mera relación espacial es convertirlo en insípida descripción. Las formas tienden, intentan su consorcio con otras y otras y otras..., a través de su interno corresponderse, por vía de igualdad de naturaleza, y al amparo de los conceptos de orden y vibración. El artista descubre y participa de ese orden, vibra en y con la propia vibración de la naturaleza, y merced a una suerte de transgresión (concepto indispensable en la aproximación más liviana a la obra de Palazuelo) da, al fin, con la correspondencia de unas formas que. más allá de la lógica causal, reclaman su inserción en el total de un tejido orgánico, de una estructura.

La concepción oriental del universo (en la que Palazuelo se inició mucho antes pe que fuera moda) ofrece no pocas claves al respecto. 'Entre las formas de conocimiento orientales —escribe Racionero Grau— el taoísmo tiene en nuestros días una relevancia enorme por dos motivos; a nivel social, porque puede resolver la crisis ecológica creada por la visión de antagonismo a la naturaleza, de la cultura judeo-cristiana y a nivel individual, porque puede poner a la persona en contacto con los ritmos de la naturaleza y con el fluir de las energías de su cuerpo. (...) Dos aspectos que giran en tomo a los conceptos que los chinos denominan Li (orden) y Chi (vibración)". Y dos aspectos, me cabe agregar, que en el hacer de Pablo Palazuelo son esenciales al tiempo que nos regalan la mejor pauta de interpretación y de análisis.

De acuerdo con la fuente antedicha, valgan de introito estas sentencias ejemplares del filósofo Tung Chung-shu del siglo II a. J.C.: "Cuando se vierte agua en el suelo, ésta evita las partes secas y va hacia las húmedas. Si dos troncos se colocan en el fuego, éste evita el mojado y enciende el seco. Todas las cosas rechazan lo que les es distinto y siguen lo que es igual. Por eso cuando dos Chhi (vibraciones) son similares, coalescen; cuando dos notas corresponden, resuenan. La prueba empírica de ello es muy clara: prueba de afinar instrumentos musicales. La nota Kung o la Shang tocadas en un laúd serán respondidas por las notas Kung o Shang de otros instrumentos de cuerda. Suenan por sí mismas (...). Las cosas se llaman unas a otras (...), tienen todas un origen. Si se cree que construyen el destino es porque nadie conoce dónde está su origen..."

Trasladar esta soterrada concordancia de sonidos al universo de las formas plásticas es dar con una de las claves del arte de Palazuelo, agregando, de modo inexcusable, el dato de una perpetua transgresión. Tenga en cuenta el lector que sus formas no son iguales, ni se corresponden, en el plano de la apariencia (cuyo bosque despejó, tiempo ha, nuestro hombre). Correspondencia e igualdad provienen de una sistemática e intencionada transgresión de la ley que dicta la lógica, y se empeña la causalidad en imponer desde las categorías conceptuales, ajenas, por no decir hostiles, al fluir de la naturaleza y de la vida. En reciente conversación con él mantenida, no dejaba e! propio Palazuelo de mostrar sus preferencias por la línea diagonal, "porque sugiere el paso a otra cosa, el trans (tránsito, transposición. transgresión...}".

Este incesante transgredir la ley de la lógica, de la causalidad, impuestas por la ente del saber meramente intelectual, no significa en modo alguno que Palazuelo acepte la pregnancia del azar. Transgresión, para él, es búsqueda rigurosa de formas y fórmulas (que él denomina moldes de la forma} más allá de su continuidad cuantitativa e inmediata, de su engañosa conexión apariencial. A la geometría misma de que en su proceso conformador se vale, la llama transgeometría. Transgredir es, en sus actos e intenciones, concertar aquellos dos sonidos que, uno lejos del otro, proclaman su correspondiente, equitativa y recíproca pertenencia, en un reino profundo en que, de acuerdo con un rigor igualmente profundo, las ideas de lógica, causalidad y subordinación dan franquía a las de orden, vibración y concordancia, Pueden ser infinitas las distancias, y harto próximas las cualidades de correspondencia e igualdad.

Vuelvan a servir de ejemplo las sentencias de Tung Chung-shu: "Como he dicho, cuando se toca la nota Kung, otras cuerdas reverberan por sí mismas en resonancia complementaria: es un caso de cosas comparables, afectadas de acuerdo con la clase s que pertenecen. Son movidas por un sonido que no tiene forma visible, y cuando los hombres no ven forma acompañando al movimiento y la acción, describen el sonido como un sonar espontáneo Y donde quiera que haya reacción mutua sin nada visible para explicarlo, describen el fenómeno como espontáneamente así. Pero en verdad no hay nada espontáneamente así. Cada cosa en el universo está sintonizada ciertas otras y cambia cuando éstas cambian" Las cosas, pues que por distantes que se hallen, se deben a igualdad o correspondencia, suenan juntas, vibran juntas y se energizan recíprocamente, al margen de toda referencia al azar.

Conocedor de estos y otros ocultos caminos, Pablo Palazuelo sabe concertar igualdades y hacer confluir correspondencias por vía de implacable transgresión: concertar lo de aquí con lo de allá, prestar oportuna vibración a esto con relación a aquello, coordinar lo de arriba y lo de abajo para que resplandezca el orden universal, latente, soterrado, y vengan fondo y superficie a ser la misma cosa. En la conversación antes citada. Pablo Palazuelo dejaba textualmente dicho: "Las energías inconscientes que son psíquicas y vitales, están conectadas (...) con las energías vitales y psíquicas de la naturaleza, y en cierto modo vienen a ser un reflejo recíproco. La imaginación activa, que es una forma de memoria atemporal, se comporta como el hilo de pescar lanzado a las aguas oscuras, sin fondo, para captar un pez (icthus), que a su vez es señal (icnos), como escucha profunda que oye lo que de allí viene".

Si hay, en fin, un texto particularmente grato a nuestro hombre, sin duda que es el de la Tabula Smaradigna, o tabla esmeraldina de Hermes o Mercurio: "Lo que está arriba es como lo que está abajo, para que se realice el milagro de la cosa una". Ese es, igualmente, el milagro de su propio y moroso quehacer, tal como se nos muestra en los aquilatados grabados y dibujos que hoy constituyen regalo de nuestra mirada. Lo de arriba y lo de abajo se conciertan (desde el aspecto paramente espacial) a tenor de su recíproca pertenencia a una misma comarca, fondo y superficie se conjugan por igual manera (desde su interna angulación), obedientes a un orden que él ha descubierto en la naturaleza, a una simultánea oración que hace confluir en la luz soterradas correspondencias e igualdades. Y entre vibración y vibración, salta la corporeidad de la expresión, coagulada, convertida en forma.

Salta. Tal sería la voz empleada por Palazuelo. Como el agua del mar, llegada a un punto de extremada concentración, de cristalización, de energía coagulante salta, esto es, se convierte en sólida sal (no se olvide que en griego sal significa mar, y bien pudiera el sonido invisible hacer válida la otra etimología), de igual modo, saltan las formas que Palazuelo concertó de aquí y de allá, de abajo y de arriba llegadas a un punto de sazón, hechas visibles, investidas de corporeidad, de presencia entre las cosas. Y cuando la coagulación llegó a exceder el molde de la superficie, surgieron, saltaron, estas inesperadas esculturas, cuyo propio fulgor (reflejando, como los espejos esféricos de Leibniz, centenares de palazuelos) me impide por ahora intentar su análisis, o me aconseja detenerme en la complaciente visión de tanta belleza y novedad tan impensada.













OTRAS PUBLICACIONES - 01/10/1977

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