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Un lugar de encuentros

La popularmente llamada Sirena varada es uno de los productos capitales en el proceso creador de Eduardo Chillida y en la cuenta, sin duda, de la escultura de nuestro tiempo. Se trata, por un lado, de su primera obra en hormigón, la más colosal de cuantas hasta hoy haya alumbrado el buen artista donostiarra. Su función en el museo al aire libre de la Castellana quería, de otra parte, ajustarse rectamente a la intención de su título originario: Lugar de encuentros. Fue el periodista Josep Meliá quien, ante la absurda negativa municipal a la exigencia natural de su flotación, de su vuelo, lo cambió por el de Sirena varada, nombre que no tardó en hacer suyo, y quizá definitivo, la estimativa popular. Chillida había concebido la tan traída, llevada y Dios quiera que para siempre recuperada escultura a tenor de ese específico significado, para un espacio concreto y con una disposición inalterable. Un lugar de encuentros, es decir, un punto de coincidencia de los hombres con los hombres, ante una proposición espacial eminentemente ética, abierta de par en par a una participación colectiva. Un signo de comunicación en el medio más obvio e inmediato de la vivencia y convivencia humanas: el espacio de todos, el lugar de cada día.

EL PAIS - 05/08/1978

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