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EL "TRIVIAL" Y LA TELE

Agite usted el cubilete, dé buen aire a los dados y atienda al “área cromática” que le ha tocado en suene con la pregunta en ella incluida. Cada presunta corresponde, en efecto, a un área, y cada área se distingue por un color. Seis son aquéllas y otros tantos sus respectivos tintes emblemáticos. El azul le remitirá a “gentes y lugares”; el rosa, al “patio del recreo”, y a la “ciencia y tecnología”, el amarillo. Con el verde podrá usted viajar al «mundo de la naturaleza»; tendrá ocasión de asomarse al ventanal del «arte» merced al marrón; quedando a su alcance, por obra y grada del naranja, incontables «aficiones».

Tales parecen, en síntesis, procedimiento y rito de un juego de moda y en boga. «Trivial» es su nombre y a millones asciende, apenas importado (salta a la vista el sello «made in USA»), el número de participantes en torno a la mesa familiar, convertida, por mor de pasatiempo, en pupitre colectivo ¿La cultura como diversión? No resulta difícil descubrir el modelo de este juego tan al uso en otros de análogo ejercicio (el «Palé», el “Monopoli” …) que en sus días recabaron atenciones. Un dato viene, sin embargo a distinguirlos: en aquellos latía el afán de riqueza, en tanto el “trivial” responde a reclamos culturales.

Dijérase también que el juego de las «tres cartas» hemos pasado al de las «tres calles», obediente este titulo a cumplidas razones históricas y etimológicas. El juego (el timo) de las «tres cartas» anduvo, y aún anda, en manos de picaros y hampones, burladores propios de ajena candidez: chalanes, charlatanes, sacamuelas, mauleros, descuideros, baratilleros, trujamanes, bribones, fisgones, rufianes... y toda la nómina (nuestra lengua es sintomáticamente rica en la expresión del genero) que desprender usted quiera de la literatura costumbrista. Se dan, por el contrario, al juego de las «tres calles» quienes hallan solaz en la cultura.

¿Con qué «tres calles» tiene que ver el juego del «Trivial»? Historia y etimología, según dije, nos las desabren. Llamaron «foro» los romanos al lugar donde «se llevaban» las causas públicas, las judiciales y también las mercantiles. En él tenían lugar los negocios «serios», siendo punto seguro de cita para los picaros ambulantes las tres calles o callejas que al foro conducían. Y como quiera que latín el conjunto de “tres calles” se dice «trivia», con tal nombre se quedaron los negocios de «lance», no sujetos a «formalidad». De ahí, por curioso contraste con lo «serio», nace lo «trivial», es decir, lo desprovisto de relevancia.

¿Se ciñe a su etimología d pasatiempo de moda? ¿Acata el modelo televisual del «Un, dos, tres», «Sí lo sé no vengo»... y afines? La base cultural del “Trivial” deshace la primera pregunta, resolviéndose la otra en la falla de «estímulo económico» que, a diferencia de los concurses de la tele, define a nuestro juego. Es más, su práctica asidua, aparte de alentar la unión familiar en la diversión cultural, fomentaría saludable aversión a la «pequeña pantalla». Día de gloria nacional sería aquél en que e[ público, dado de lleno al «Trivial», apagara definitivamente el televisor al grito unánime de «¡como lo sé, no lo trago!».

DIARIO 16 - 27/01/1986

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