Ir a SantiagoAmon.net
CATÁLOGO DE TERESA EGUIBAR EN LA GALERÍA KREISLER

La obra de Teresa Eguibar (esta, concretamente, que hoy deja en nuestros ojos el destello de la madurez y la fe incuestionable de un nombre propio) concentra en su intrínseco hacerse y explica, en el acto de su mostrarse, la materia, el alma y el oficio del escultor.

Con toda intención subrayamos la voz escultor (oficio, alma y materia sin adjetivo) por evitar, de labios ajenos y muy al margen de actitudes pro o antifeministas, otras adjetivaciones (delicadeza, gracia, finura...) nacidas por costumbre y como al conjuro de un nombre de mujer.

Lo que aquí se ofrece al contemplador, merece, en ultima instancia, ser mencionado con el acento de la sustantividad, aquel acento neutro que, bajo aparente indefinición, aproxima al tacto la complexión y el cuerpo de lo real, espacial, tridimensional, escultórico.

Porque lo que Teresa Eguibar regala a nuestro sentido, es, precisamente, lo escultórico: la profunda meditación de un lugar único de cara al lugar universo, la presencia real de unas cosas que ayer no eran y hoy poseen sustancia y nombre singular entre las cosas.

Su clara condición escultórica nos lleva a recordar, casi a la letra, un extenso comentario de Jacques Dupin a propósito de Chillida, cuyo resumen vendrá a ser este: el despliegue discontinuo en el espacio, sustentado en la continuidad de la materia.

Cada obra, en efecto, de Teresa Eguibar explica un trayecto cuya discontinuidad, creciente y palpitante, se expande hasta su Imite extremo: un grado mas acá, y la forma seria nonnata; un grado mas allá, y terminaría por exceder su posibilidad ultima y verdadera.

Y como único soporte de este trayecto único, la continuidad de la materia: una materia única que absorbe e identifica lo diverso, un totum continuum, consolidando, sin alusiones, símbolos, alegorías y otros índices de representación, su intrínseca realidad.

Aquí se expande la unicidad de la materia, modulando y sosteniendo la mejor parte del espacio, sin otro propósito que la definición del lugar, el hallazgo de una estancia nueva para el asentamiento de las cosas y para el contemplar y aun el morar del hombre.

Expansión es el término de que se vale Teresa Eguibar a la hora de mencionar su obra. Estas sus criaturas son expansiones, acto dinámico, concentración creciente de la materia que, desde si, se abre a lo diverso del vacío, a su captura, a su instauración entre las cosas.

No hay aquí lugar alguno para la noción del ornato, del decorum..., ni empeño alguno de representación. Estas formas son así, porque su despliegue total define, desde el corazón de la materia, explica y cronometra su origen primero, su transito y su consumación.

Fruto son estas Expansiones de una indagación paciente y laboriosa en el suelo de lo desconocido. Nada quedo aquí a merced de la improvisación y nada de lo hecho quiere representar otra cosa que el descubrimiento, el arriesgado descubrimiento, de su propia consistencia.

Ni representación ni improvisación. Como obediente al lema en que Artaud sintetiza el acto verazmente creador, Teresa Eguibar rehuye, de antemano, analogías y metáforas, desechando, al tiempo y por vía de negación, las formas conocidas, tras el tacto de las ignoradas.

Quienes aun siguen interpretando el arte —insistiríamos con Artaud— como imitación o representación de la vida, parecen ignorar que la vida es, por su parte, imitación de un principio subyacente, al que el arte tiene la virtud de aproximarnos.

Teresa Eguibar da audazmente la espalda a la pauta conocida, a la recreación de lo apolíneo, de lo conformado, para conectar su pulso con el pulso del principio subyacente, informe, dionisiaco, en que descansa, hostil a toda representación, el transito de la vida.

Y a ello solo se llega por vía de exclusión, de disociación, de renuncia, no por cauce de improvisación. La suerte (el alea) sobreviene en un punto culminante de la creación, cuando el artista se atreve a desdeñar, por incitante que fuere su reclamo, la forma preconcebida

El azar (el alea) tiene su morada allí donde concluye el camino del riesgo y la forma de lo ignorado surge cuando se ha transpuesto la forma conocida. La llegada del azar no acaece, en consecuencia, por improvisación, sino por arriesgada negación de lo ya sabido.

Quien escribe estas líneas, sabe de los desvelos de Teresa Eguibar, de su austera renuncia, de su constante destruir lo construido, si en ello iba la forma, el vislumbre o la memoria de lo que ya era, y no el trasunto o la aventura de lo que ha de ser.

Y la rotunda o consecuente negativa a toda forma de representación. Estas Expansiones quieren tan solo tocar la oculta raíz de lo informe y, de allí, distender la materia y el alma del espacio e instaurarlas entre las cosas, con el buen oficio del escultor.

OTRAS PUBLICACIONES - 01/03/1974

Ir a SantiagoAmon.net

Volver