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Setenta veces siete

DICTADA la sentencia en el Supremo, el abogado defensor acude presuroso a la celda de seguridad (se desprende que la causa imaginaria reviste grave dad verdadera) y sin poder reprimir el alborozo va y le espeta, por costumbre del oficio, al abrumado cliente: «¡No se ha salido con la suya el fiscal!» «¡Hemos logrado rebajar a tres las siete penas de muerte por él solicitadas!» Imagine usted la faz del condenado de nuestro cuento y trate en vano de adivinar, pese a tan «drástica rebaja», el más leve asomo de contento, conformidad o simple alivio. Salvo en la proverbial circunstancia del gato, que dicen tiene siete vidas, tanto da

una sola pena capital de carácter inapelable como siete o setenta graciosamente conmuta

das a un mismo reo, sea estrictamente individual o encarne el censo de la humanidad entera.

«Setenta veces puede ser destruida la Tierra merced al arsenal nuclear de que hoy dispone

el hombre.» A tan desoladora conclusión han llegado setenta científicos venidos de todo el mundo al Seminario sobre Guerras Nucleares, que por estos días tiene lugar en la localidad siciliana de Erice. Los padres de la bomba A, de la bomba H, de la bomba N (pronto tendremos la M y a ella hemos de irnos por cauce escatológico o por vía apocalíptica), unos cuantos premios Nobel y otros tantos prohombres de la ciencia física, médica, biológica, estadística... han aprovechado la salón inaugural para denunciar públicamente que muchas de sus investigaciones, en vez de conducir a la construcción y a la instrucción, abocan a la obstrucción y a la destrucción sin paliativos; voces de dispar significado, aun siéndoles, común la raíz etimológica.

Provienen todas ellas del verbo latino «struere», que significa tanto como acumular o disponer las partes de un todo de acuerdo con un fin, provechoso o nocivo. Un simple cambio de prefijo viene a modificar, en un sentido o en otro, el significado originario. «Construir» e «instruir», encomiables actividades humanas, dependen respectivamente de las preposiciones «cum» a «in»; «obstruir» y «destruir» deben todo su maleficio a las preposiciones «ob» y «de». Y tratándose de un alternante juego de prefijos, ¿por qué se empeña el hombre en negar los de signo positivo y atender a los de infausta consecuencia? Tal, la pregunta que los setenta sabios incluyen en la denuncia de una sola (las demás son de imposible añadidura) de esas setenta veces en que nuestro planeta resultaría víctima segura de su propia energía.

¡Oído al número! La escuela pitagórica hizo del «tres» primer número sagrado por contener el principio, el medio y el fin y conformar el molde de la armonía, elevando el «siete» a rango de segundo número sagrado por no originarse de ninguno, ni originar ninguno de los que integran la «década» (cual sucedía con Palas Atenea, que no procedía de nadie, ni engendró a nadie). Y si la Biblia había fijado, antes que Pitágoras, el carácter sagrado del «tres» y del «siete», la publicidad ha venido a afincar en aquél (por lo que ya vimos) la omnipresencia de sus reclamos, confiando a éste (por lo que se ve) el aviso de la catástrofe. Ya es casualidad que se reúnan setenta sabios para denunciar las setenta posibilidades (la totalidad de la «década» multiplicada por siete) que el hombre tiene hoy al servicio de su propia destrucción.

¿Siete son las veces que el hombre ha de perdonar a su prójimo? «¡Setenta veces siete!», respondió Cristo al insidioso interlocutor. Y para disipar duda, conjetura o reticencia, corroboró tajante: «Setenta veces siete, esto es, siempre.» Bien pudiera venirles de la máxima evangélica una lección práctica, todo lo ocasional que se diga, quienes hoy gobiernan (?) los pueblos: vayan día a día haciendo decrecer la cuenta de esas setenta posibilidades destructoras hasta llegar a cero, no sea que quedando sólo siete (y no cumpliéndonos la proverbial supervivencia del gato), nos venga a acontecer lo que al condenado de nuestro cuento. Setenta veces siete deben negarse los setenta sabios a una sola de las setenta opciones devastadoras. ¿Exige es merece su colaboración el insensato proyecto nuclear? Setenta veces no, esto es, nunca.

DIARIO 16 - 27/08/1985

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